Como la cita
de hoy es medianamente larga, divido la entrada en dos, mientras entresaco lo
mollar. El que quiera ir al grano puede sin perderse nada ir a tomar café y volver
en cinco minutos; el que esté más desocupado, puede entretenerse mientras tanto
con estas divagaciones:
1. [Ahora que se acerca el fin de curso, no me queda
más remedio que abrir la mano– espero que no se enteren mis joyas de 4º ESO- y
convertirla en colador, aprobando a todo aquel que me haya soportado un año
entero soltando, como en Sotileza
decía Colo, aquellas
marejás de palabronas en judío. Para
darle un tinte de legalidad a esta decisión, me viene de perlas la inmersión
hasta vacaciones en el latín hablado.
Cuelguen los hábitos de estudiante o vayan a seguir estudiando podrán decir de
mí que soy un pésimo profesor, pero ninguno se irá diciendo lo del susodicho personaje:]
Escapéme, y primero me llevaran a presidio que al latín, ¡Dios!...; y al que
se empeñara en esto, sería capaz de abrirle en canal, y me abriría a mí mismo
tamién, ¡toña!...
[Muchos hombres sólo llevarán
del latín la idea que les demos a sus 15 años. Con eso tomarán las decisiones
en el futuro, incluído sobre nosotros. Era, por cierto, interesante saber de
una vez exactamente a) cuántos alumnos cursan estudios a esa edad; b) cuántos
de esos hacen la ESO
y no formación profesional; c) cuántos latín y no otras asignaturas. d) cuántos
cursaron latín en 1ºBAC el año anterior sin hacerlo previamente en 4ª ESO. Eso
nos daríaalgo así como la Tasa Máxima Potencial de penetración en la sociedad.
Valdría para hacer comparaciones entre Comunidades y saber exactamente cuánta
influencia ganamos o perdemos con cada reforma]
2. [¿Para qué sirve el latín? es la pregunta de muchos alumnos a la que
nos enfrentamos los profesores todos los años. Ventaja: frente al vacuo engreimiento
de los de Ciencias, inglés etc, no debemos
tener miedo a reconocer que ni vale para
todo ni para todos.] Más Pereda:
Aquel famoso don Lorenzo el Pegote, cura loco, que al fin
acabó recogido en la Casa
de Caridad, tuvo el mal
acuerdo de que aprendiera latín un sobrino suyo, marinero de la calle
Alta. Este infeliz muchacho entró en el Instituto ocho días después que yo, y
sentóse a mi lado, con su elástica de bayeta amarilla, sus calzones pardos, sus
zapatones de becerro, y oliendo a parrocha que
tumbaba».
Cómo le entraría el latín a este alumno
que apenas sabía deletrear el castellano, y dejaba el achicador y las faenas de la
lancha para coger en las manos el Carrillo,
júzguelo el pío lector. Ni en su cabeza cabían las más sencillas declinaciones,
ni siquiera la idea de que
pudieran servirle en los días de su vida para maldita de Dios la cosa
3. [Como muchos
compañeros, siempre me resistí a abandonar los ejercicios de composición (retroversión por mal nombre) - único
rescoldo en este país durante muchos años del latín vivo - pero sin perder de
vista el fin al que sirven. Si éste es el (limitado) de traducir a Eutropio,
deben parecerse a su latín. No se puede dominar una lengua inexistente de todos
los tiempos y estilos. Esto debe ser tenido en cuenta, en mi opinión y a otra
escala, también en los métodos de latín hablado. Querer introducir a los ojos
del alumno un montón de objetos comunes, lleva muchas veces a buscar
vocabulario peregrino en fuentes de fechas y lugares lejanos (Plauto, Satiricón
etc) que no tienen rendimiento, en
algunos casos incluso sospecho que no existen:
¿esa denominación, única en la
literatura latina, es la común para nombrar el objeto o, por el contrario, es
un dialectalismo, un nombre jocoso, una perífrasis etc? A los alumnos no les
vas a decir aprendeos esto ahora pero
olvidadlo enseguida, que no va a aparecer más.]
¿Y a qué viene esto? A la moneda con
que saldo hoy mi deuda. Traigo conmigo no personajes de ficción, sino las memorias o
retazos de vida de Pereda Esbozos y
rasguños, donde da cuenta
de un cabestro latinista (aprox.1844) que deslomaba a varazos a los alumnos que no acertaban con unos ejercicios inverosímiles. Es
obvio que no se trata de achacar al latín lo que hacían los que lo impartían;
se trata de reflexionar sobre los ejercicios que proponemos en clase. Por
cierto, si has llegado leyendo hasta aquí, ya tendrás subida tu bien ganada sportula. ¡A reírse!
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