1.
Molière:
a)
Camelo latinizante
b)
Dos enunciados de gramática
c)
Frases de gramática/conversación latinas en (un intento
de) latín hablado
2. Moratín:
a)
No hay camelo; se sustituyen por unas estrambóticas ciudad e iunctura virgiliana.
b)
Se multiplican los enunciados gramaticales
c)
Las frases o son aforismos memorísticos o son de
gramática latina pero escrita
Corre la absurda
especie en libros y wikis de que Leandro Fernández de Moratín fue autodidacta,
aprendiendo de las conversaciones de su padre y círculo de amigos. Más normal
sería que su padre –que, por cierto, estudió en los jesuitas- decidiera
educarlo con preceptores privados. Entre estos estaría el de latín, que se lo
enseñaría por una gramática del tipo de la El arte explicado, y gramatico perfecto de D. Marcos Marquez de Medina (1750
aprox.) llena de mascula sunt maribus,
ancipites profert vocales etc. pero con
explicación castellana. Y esto es lo que
traduce Moratín. O sea, que en torno
a 1800 ya no había latín hablado en la enseñanza laica.
[Lo que más me revienta de todo, ya de estudiante, es el enunciado doceo;-es;-ere; docui; doctum que, sobre ser prueba infalible de que el latín es escrito, es absurdo por redundante. Lo máximo que llegué a encontrar como explicación fue un libro que decía: “y a estas formas se le añade la 2ª persona del singular para completar”. Obviamente, basta dar tres formas, las de cada tema y añadir el infinitivo sólo cuando el verbo es de la 3ªbis]
Pero para que no digáis que marcháis de aquí sólo con gramatiquerías, os
voy a regalar una confesión personal y un Premio Nobel.
[Para elegir la optativas en 2º de
bachillerato se hizo una votación (secreta) en clase, que determinó que no se
impartiera griego (curiosamente, le faltaba un voto; no había profesor); como
consecuencia estudié latín y matemáticas. Cuando me matriculé en la carrera, me
dispuse en septiembre a aprender griego por la Gramática de Berenguer Amenós,
pero no pasé del párrafo 30 ó 31 porque me puse enfermo dos semanas. Total, que
fui a la primera clase sin saber palabra, se lo comenté a la profesora y me cayó tal
bronca que no volví a clase hasta mayo. Entretanto, retomé el
estudio de la gramática en el párrafo 35 (la declinación), sin volver a leer lo
anterior, y me puse al día por mi
cuenta. Saqué sobresaliente (el único en toda la carrera). Al año siguiente oí
extrañado a unos compañeros hablar insistentemente del verbo “lyo” y entonces
se me iluminó una conexión cerebral: “Es verdad que no se pronunciaba “luo”…”], sobresaliente de barbero de Heinrich
Böll en Casa sin amo:
Cuando en la tienda no había clientes, el
padre, amable y muy melancólico, entraba en la trastienda, fumaba un cigarrillo
y le repasaba el vocabulario: en aquellos momentos el oído de Schurbigel era extremadamente
sensible y su espíritu se entristecía. Su padre nunca llegó a saber pronunciar bien las palabras
latinas, decía genús en lugar de genus, áncilla en lugar de ancilla
y cuando su hijo pronunciaba la palabra griega títhemi, aparecía en su rostro una sonrisa estúpida, porque sus
asociaciones se efectuaban en un plano muy bajo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario