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sábado, 20 de abril de 2013

LATINVM AD LATRINAM (III): CORPUS BARGA



[No me olvido de mis deudas: aquí va otra entrega de esta sección, con la escrupulosa  impuntualidad que me define a mí y a cualquier cosa que haga.]

La gran mayoría de mis alumnos de 4º de la ESO (17 de 20) me dicen -reiterada, sincera y jovialmente- que no se enteran de nada. Yo me río y les digo que no se preocupen, que siempre fue así, que cuando yo estudiaba era igual y lo mismo en  época de mi padre (q.e.p.d.; n.1923), que lo anormal sería que se enterasen. ” ¿De verdad?” y  se ríen ellos también.

Para apoyar mi afirmación he traído como testigo al gran Andrés García de la Barga y Gómez de la Serna (¿cuándo llegará el momento en España de reducir estos apellidos tan ridículamente largos?), que escribió allá por los años 60 las mejores memorias del siglo XX en español. Como nació en 1887 y se entraba en el Bachillerato sobre los 10 años, calculo que este fragmento se refiere todavía, aunque por los pelos, al siglo XIX.


Nuestro colegio no era de curas, como se decía de los religiosos, sino de profesores laicos, algunos de los cuales fueron lo que no se llamaba aún intelectuales. La entrada en el bachillerato se hacia con solemnidad pasando por debajo del arco romano; el primero  (el primer año) de latín venía a ser en los estudios como la primera novia en los placeres Y el primer frac en la vida social, algo por lo que no había más remedio que pasar, indispensable y engorroso. «El que no sabe latín no puede tener buen fin», se sentenciaba todavía.  De nuestra clase todos debíamos acabar mal, porque ninguno lo llegó a aprender; nuestro profesor, creo que sólo lo fue durante un año, era el latinista don Rufino Lanchetas, del que nos reíamos por su nombre y porque los días fríos se liaba la capa a las piernas, como si fuese una manta, a partir de su abultada barriga, lo mismo que los cocheros para sentarse en el pescante, y porque así enrollado y sentado nos explicaba acompañándose con la mímica, no sé qué tragedia de la antigüedad y hacia el gesto que él suponía en el actor al exclamar: «Míralos, míralos cómo huyen!» Luego he sabido que don Rufino Lanchetas fue un temido compañero de oposiciones de Unamuno y he oído hablar de él con respeto y cariño á don Ramón Menéndez Pidal.


                        CORPUS BARGA, Los pasos contados-2 (Puerilidades burguesas)


 Aunque no tenga que ver con el latín específicamente, voy a subir luego otro fragmento, que recordé espigando el libro en busca del primero, y que siempre me hizo mucha gracia.

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