[Del
alemán no sé ni cuántas vocales tiene. De modo que los textos que conozco son
sólo traducciones de baratillo de clásicos que leí allá por la juventud. Aparte que tengo poco material]
Los principales autores de que recuerdo pasajes referentes al latín
son los mismos que cita el profesor García Jurado, aunque no de las mismas
obras. Para mí el profesor de latín de Thomas Mann no es el inquietante Settembrini de La montaña mágica sino el más común doctor
Mantelsack de Los Buddenbrook: “de mediana estatura, bastante fino, con
cabello gris, crespa barba olímpica y ojos miopes y salientes, de un azul
zafiro, que brillaban detrás de unas espesas gafas. Vestía una levita de tela
gris muy abierta y tenía la costumbre de palparse la cintura con su arrugada
mano de cortos dedos”
Sobre
cómo se daba latín en aquellas clases, Mann da amplia información. Hanno, tras ir a la ópera, se presenta en
clase sin haber hecho sus deberes, incluido los de Ovidio. Básicamente, las
clases consistían en recitar de memoria versos del poeta y después, abriendo el
libro, traducirlos sin recurrir a ningún tipo de nota. Otra extravagancia:
Ahora venía el latín… Lanzó una
miradita suplicante a Kai, quien, ajeno a la suspensión de la clase, seguía
absorto en la lectura. Sacó de la cartera su Ovidio, encuadernado en cartón jaspeado, y lo abrió por la
página correspondiente... No, no cabía esperanza alguna; era una locura pensar
aprenderse en un momento aquellas
líneas negras, señaladas con lápiz, numeradas y distribuidas des cinco
en cinco, y que se ofrecían a
la vista totalmente incógnitas y oscuras. Apenas comprendía su sentido;
¡cómo podía aspirar a meterse una sola en la cabeza! Y, de las que hoy había
que traducir, no descifraba ni jota.
- ¿Qué significa, "deciderant, patula Jovis arbore, glandes "? - preguntó con voz vacilante
a Adolph Todtenhaupt , que , a su lado, trabajaba en su cuaderno —. ¡Todo esto es una estupidez! Sólo para fastidiarle a uno...
- ¿Qué?- preguntó Todtenhaupt, sin dejar de escribir- . Las bellotas
del árbol de Júpiter... Es el roble... Sí,
tampoco yo lo sé muy bien...
Si a alguien le interesan el desastre o las
trampas hechas en el recitado por Lüders, Timm, Mumme (damnificado por miope) y el propio Hanno; y por Petersen
en la traducción, están en el medio del Capítulo II de la parte XI (especialmente p.457-461).
De
Hermann Hesse recuerdo, aparte del examen de ingreso de Bajo las ruedas, dos
cosas de sus memorias Obstinación:
que el abuelo se sabía de memoria en orden alfabético los adaggios latinos y la
siguiente opinión (que, como me harté de buscar en balde el libro de bolsillo
de Alianza Editorial, recurrí a la selección de pequeños fragmentos sobre
educación, que todavía se vende, de un libro de título significativo: Latín y mentiras aunque de escaso/nulo contenido para lo nuestro):
La escuela, sabiamente, no se ocupaba de esas
disciplinas serias que son imprescindibles para la vida, sino principalmente de entretenimientos bonitos y
divertidos, que me solían solazar, de conocimientos de los cuales algunos me
han sido fieles toda la vida; así sé, aún hoy, muchas palabras, frases y versos
hermosos y chistosos del latín, y el número de habitantes de muchas ciudades de
todos los continentes, naturalmente no la cifra actual, sino la de los años
ochenta.
[Por cierto, sobre la
memorización geográfica mi pasaje preferido es el disparatado de La Rosa
de Cela:
En verdad, yo no era un estudiante ni muy lucido, ni muy concienzudo, y
la verdad es que, de todo el vasto programa de geografía, no llegué a saberme
más que los puertos del Japón y los de Argelia, los Estados de Méjico y los
ríos de España mayores de cuarenta kilómetros. Eso sí, me los aprendí tan bien,
que todavía los recuerdo y los puedo repetir de memoria y sin equivocarme.
Algunas veces lo hago, pero sin abusar].
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