[Esta escala en Inglaterra la voy a
despachar con dos autores. El primero, William Thackeray, que a través de sus antihéroes
critica numerosos aspectos de la sociedad inglesa . Pero si alguien aún no
conociera el desternillante episodio del primer encuentro de Chruchill con el
latín, citado por Orberg, debe echarle un vistazo, traducido, por ejemplo, en este documento del profesor
mejicano Juan Arturo Salas López: EL LATÍN PARA DUMIES.]
En La Feria de las Vanidades (1847), William
Dobbin se pelea con los misterios de la gramática latina en la afamada escuela
del doctor Swishtail. Así, tras una disputa entre él y su amigo George Osborne, el narrador se hace
estas reflexiones:
¿Quién de nosotros no recuerda, después de
todo, haber vivido horas parecidas de amargo
pesar infantil? […] ¿Y a cuántas de esas almas sensibles no se degrada,
se amordaza y se tortura por un simple error de aritmética o de latín
macarrónico? [dog-latin]
Debido precisamente a la incapacidad de
Dobbin para asimilar los rudimentos más elementales de este último idioma, tal
como se explican en el maravilloso libro Gramática Latina de Eton, el muchacho
tuvo que permanecer entre los últimos estudiantes del doctor Swishtail
Si
bien hay que reconocer que Dobbin termina haciendo progresos con la ayuda de Osborne.
De las Memorias de Barry Lindon es el
siguiente fragmento:
Por lo que respecta a vuestra estúpida gramática, al
griego, al latín y pedanterías semejantes, las he odiado siempre desde
la infancia y he declarado formalmente que no las pienso aprender.
Más
tarde, el caradura del protagonista tiene una conversación con un alemán en la
que asegura ser descendiente de los reyes de Irlanda. Pero su interlocutor
tiene más conocimientos que él sobre este tema y sobre todos los demás, por lo que tiene que salir
del paso como puede:
En cuanto al inglés, lo hablaba tan bien como yo, y sabía, según me dijo, otras
siete lenguas, de modo que, habiendo citado el único verso latino que sabía,
aquel del poeta Homero que dice: “as in praesenti perfectum fumat in avi”
comenzó a hablarme en la lengua de los romanos, y, consecuentemente, me vi obligado
a decirle que nosotros, en Irlanda, la pronunciábamos de manera diferente y así
terminamos la conversación.
[1. Ciento cincuenta años después
seguimos como Barry Lindon: así podemos negarnos a intentar conversar con
hablantes de otros países por miedo a quedar mal: ¿y pretendemos que esto es
una lengua universal?
2. Sobre el desastre del
desconocimiento del latín en este país puede servir como ejemplo la traducción hecha en español a la que remito: el traductor anglófono no entendió nada de
nada. Al no darse cuenta que es una regla escolar de los verbos regulares de la
primera conjugación: -as in praesenti,
perfectum format in -avi,
pensó que el as de inicio era la
partícula inglesa as: "como". O sea, que con el cambio de país y de época, Lindon ya no es el peor latinista del mundo. Igual pensaba que era Homero.]