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jueves, 13 de junio de 2013

LATINVM AD LATRINAM (XIV): BREVE PASO POR ALEMANIA


[Del alemán no sé ni cuántas vocales tiene. De modo que los textos que conozco son sólo traducciones de baratillo de clásicos que leí allá por la juventud. Aparte que tengo poco material]

Los principales autores  de que recuerdo pasajes referentes al latín son los mismos que cita el profesor García Jurado, aunque no de las mismas obras. Para mí el profesor de latín de Thomas Mann no es el inquietante Settembrini de La montaña mágica sino el más común doctor Mantelsack de Los Buddenbrook: “de mediana estatura, bastante fino, con cabello gris, crespa barba olímpica y ojos miopes y salientes, de un azul zafiro, que brillaban detrás de unas espesas gafas. Vestía una levita de tela gris muy abierta y tenía la costumbre de palparse la cintura con su arrugada mano de cortos dedos

            Sobre cómo se daba latín en aquellas clases, Mann da amplia información.  Hanno, tras ir a la ópera, se presenta en clase sin haber hecho sus deberes, incluido los de Ovidio. Básicamente, las clases consistían en recitar de memoria versos del poeta y después, abriendo el libro, traducirlos sin recurrir a ningún tipo de nota. Otra extravagancia:

           Ahora venía el latín… Lanzó una miradita suplicante a Kai, quien, ajeno a la suspensión de la clase, seguía absorto en la lectura. Sacó de la cartera su Ovidio, encuadernado en cartón jaspeado, y lo abrió por la página correspondiente... No, no cabía esperanza alguna; era una locura pensar aprenderse en un momento aquellas líneas negras, señaladas con lápiz, numeradas y distribuidas des cinco en cinco, y que se ofrecían a la vista totalmente incógnitas y oscuras. Apenas comprendía su sentido; ¡cómo podía aspirar a meterse una sola en la cabeza! Y, de las que hoy había que traducir, no descifraba ni jota.

- ¿Qué significa,  "deciderant, patula Jovis arbore, glandes "? - preguntó con voz vacilante a Adolph Todtenhaupt , que , a su lado, trabajaba en su cuaderno —. ¡Todo esto es una estupidez! Sólo para fastidiarle a uno...

        - ¿Qué?- preguntó Todtenhaupt, sin dejar de escribir- . Las bellotas del árbol de  Júpiter... Es el roble... Sí, tampoco yo lo sé muy  bien...

           
            Si a alguien le interesan el desastre o las trampas hechas en el recitado por Lüders, Timm, Mumme (damnificado  por miope) y el propio Hanno; y por Petersen en la traducción, están en el medio del Capítulo II de la parte XI (especialmente p.457-461).

            De Hermann Hesse recuerdo, aparte del examen de ingreso de Bajo las ruedas, dos cosas de sus memorias Obstinación: que el abuelo se sabía de memoria en orden alfabético los adaggios latinos y la siguiente opinión (que, como me harté de buscar en balde el libro de bolsillo de Alianza Editorial, recurrí a la selección de pequeños fragmentos sobre educación, que todavía se vende, de un libro de título significativo: Latín y mentiras aunque de escaso/nulo contenido para lo nuestro):
    
La escuela, sabiamente, no se ocupaba de esas disciplinas serias que son imprescindibles para la vida, sino  principalmente de entretenimientos bonitos y divertidos, que me solían solazar, de conocimientos de los cuales algunos me han sido fieles toda la vida; así sé, aún hoy, muchas palabras, frases y versos hermosos y chistosos del latín, y el número de habitantes de muchas ciudades de todos los continentes, naturalmente no la cifra actual, sino la de los años ochenta.

[Por cierto, sobre la memorización geográfica mi pasaje preferido es el disparatado de La Rosa de Cela:

En verdad, yo no era un estudiante ni muy lucido, ni muy concienzudo, y la verdad es que, de todo el vasto programa de geografía, no llegué a saberme más que los puertos del Japón y los de Argelia, los Estados de Méjico y los ríos de España mayores de cuarenta kilómetros. Eso sí, me los aprendí tan bien, que todavía los recuerdo y los puedo repetir de memoria y sin equivocarme. Algunas veces lo hago, pero sin abusar].

sábado, 1 de junio de 2013

LATINVM AD LATRINAM (XIII): PIERRE LOTI

[De Pierre Loti siempre me llamó la atención su inmotivada vascofilia, afición sólo superado por mi tío Luis, quien me semiadoptó cuando, justo al  acabar la carrera, murió mi padre; de nuestras peregrinaciones por él por el País Vasco y aledaños me vienen ahora a la cabeza– aparte las perennes chacolitadas – dos detalles: la poco normal circunstancia de encontrarme un 17 de Agosto de 1997 en un San Mamés semivacío asistiendo al debido desde tiempos inmemoriales homenaje a Zarra, y su callada decepción en Vera de Bidasoa: nos presentamos a primera hora para ver Itzea, el caserón de su amado Baroja (cuyas obras recibíamos de la nueva andadura de la editorial Caro Raggio por su despacho para provincias),  y en la Oficina de Turismo nos cambiaban de tema cada vez que mencionábamos el  único objetivo de nuestro viaje: “sí…tenemos unos montes preciosos” y así hasta tres veces. Dando una vuelta la localizamos rápidamente a las afueras del pueblo. Estaba cerrada y nos marchamos.]

 Ahora que he tomado conciencia de pertenecer a un gremio de dómines siniestros, no voy a dejar pasar tampoco la descripción de uno de mis congéneres, en La Novela de un niño (1890), Cap. XXI:
 
      Le commencement des devoirs, des leçons, des cahiers, des taches d'encre, ah! quel assombrissement subit dans mon histoire ! De tout cela, j'ai les souvenirs les plus platement maussades, les plus mortellement ennuyeux. Et, si j'osais être tout à fait sincère, j'en dirais autant, je crois, des professeurs eux-mêmes.

Oh! mon Dieu, le premier qui me fit commencer le latin (rosa, la rose ; cornu, la corne ; tonitru, le tonnerre), un grand vieux voûté, mal tenu, triste à regarder comme une pluie de novembre ! Il est mort à présent, le pauvre : que la paix la plus sereine soit à son âme ! Mais il me semblait le type réalisé du « monsieur Ratin » de Töpffer ; il en avait tout, même la verrue avec les trois poils, au bout de son vieux nez d'une complication de lignes inimaginable ; il était pour moi la personnification du dégoûtant, de l'horrible.

             Pero donde nos ofrece relato cumplido de la sensación penosa, cargante, que le dejaron las clases de latín es en Figuras y cosas que pasan (1898). Allí podemos disfrutar con uno de esos ejercicios de composición delicioso por extravagante:
 
– Messieurs, dit tout à coup le Grand-Singe, écrivez maintenant le devoir de vacances que vous aurez à me rapporter de mercredi en huit, à la classe de rentrée.
 
 Un devoir de vacances ! Horreur ! ! Trahison ! Quel vieillard impitoyable !
 
Nous nous regardions tous, les uns consternés, les autres révoltés et frondeurs.
 
C'était une narration latine !… Et moi qui ne pouvais déjà pas me tirer des narrations françaises, moi qui restais court sur tous les sujets du Grand-Singe !
 
J'écrivis, la rage au coeur, d'une écriture volontairement gauche et malpropre.
 
Il était d'ailleurs inepte, son canevas : Dans un jardin embaumé, où soufflaient des zéphyrs printaniers, un enfant téméraire s'amusait, malgré la défense de son précepteur, à taquiner les abeilles qui butinaient sur les corolles fraîchement écloses… (De temps à autre, des points de suspension, pour indiquer le lieu des développements à introduire.) Finalement le jeune indiscipliné en venait à enfermer, avec le pouce et l'index, l'une de ces intéressantes travailleuses dans le calice d'une campanule…

            - Et l'insecte en fureur, dictait le vieux, et l'insecte en fureur, de se débattre…  (remarquez l'infinitif de mouvement) et de piquer les doigts de son lâche persécuteur. (Ceci, messieurs, est la moralité.) Un point, c'est tout. 

 En m'en allant chez lui, je me répétais cette phrase : « Et l'insecte en fureur… » qui, je ne sais pourquoi, m'exaspérait d'une façon particulière. Et, à l'adresse du Singe Noir, j'ajoutais, avec un grincement de dents : « Vieux sale moineau, va !»
 
 Tout est convention en ce monde, et « sale moineau » représentait, en style collégien de cette époque, une injure absolument accablante.  […] 

A partir du lendemain lundi, on exigea que je me misse au travail pendant une heure tous les matins, pour confectionner ce devoir de vacances, pensant bien qu'au bout de deux ou trois jours j'en aurais le coeur net et les mains lavées. Et docilement je restais dans ma chambre tout le temps voulu, accoudé à mon bureau, avec de l'encre plein les doigts. Mais ça ne venait pas, non… « Et l'insecte en fureur, de se débattre… » Mon inspiration demeurait nulle… […] 

Si queréis saber cómo salió del penoso paso de traducir l'insecte en fureur, de se débattre … podéis pasaros por Figures et Choses qui passaient: Vacances de Pâques (III-V)