Se denomina en biología evolutiva
exaptación
(frente a adaptación; otros lo denominan preadaptación) al hecho de que un
órgano dotado de una función original logre adaptarse para cumplir otra
función. Por topármelo reiteradamente, colijo que el ejemplo canónico es el de
las vejigas natatorias, que se convirtieron en pulmones cuando las primeras
criaturas marinas se adaptaron a la vida en tierra. William H. Calvin
(neurofisiólogo) y Dreck Bickerton (lingüista) aplicaron el concepto para
explicar el origen del lenguaje (especialmente el paso del protolenguaje a otro
sintácticamente complejo) en su obra Lingua
ex Machina (ed. Gedisa, 2001).
[En
el colegio tuve dos profesores de latín. El primero fue D. Ángel, jefe de estudios, que impartía cada año
cualquier materia a falta de otro profesor (francés, gimnasia, lengua, latín e
informática; ésta, con un solo ordenador en el aula, el suyo, un Spectrum de 4K). En COU, un profesor de
historia que contrataron aquel año y que además se encargaba de nuestra
asignatura. Realizaron su trabajo correctamente y sin ninguna diferencia
apreciable con el que cada especialista realizaba en su asignatura. Sólo se les
puede achacar un defecto: no sabían latín. La situación del griego era
ligeramente diferente: además de no saber griego, reconocían que no lo sabían (y
que de nionguna manera contratarían un profesor). Por eso, no nos ofrecieron
griego en la elección al final de 2ºBAC y estudié matemáticas.]
Podría
poner muchos testimonios de situaciones análogas, pero, por breve, he he
elegido uno de Nicolás
Estévanez y Murphy (1838-1914), militar cesante, ministro (efímero) de Guerra en la primera República,
finalmente exiliado cuarenta años en Francia, donde se ganó la vida como
traductor de la casa Garnier. En Mis
Memorias se puede leer:
No he de cerrar esta página, consagrada a
mis remembranzas infantiles, sin tributar un recuerdo a mis maestros de
entonces. Aprendí a escribir con don Manuel Villavicencio, cabo de gastadores
de la milicia nacional; fui discípulo mucho más tarde del ilustre don Juan
Puerta Canseco; tuve por profesor de náutica y de francés al venerable don
Miguel Maffiotte. Y aún recuerdo las polémicas sostenidas en mi casa cuando mi
abuela recomendaba que me enseñaran latín, a lo que mi padre se oponía, por
considerarlo inútil y hasta pernicioso.
Al fin cedió mi padre, y recibí lecciones de un señor Benítez; pero los
esfuerzos de este último no dieron resultado. Mi pobre abuela no
consiguió que su nieto llegara a saber
latín... si bien aprendí lo suficiente para comprender que mi maestro tampoco
lo sabía.
Unos días
atrás, a raíz de un artículo de Carlos Cabanillas, ha habido un pequeño debate
sobre el método ideal para enseñar latín. No voy a reabrir el tema
extempóraneamente, en parte porque en lo fundamental todos estamos de acuerdo:
debe haber complemento y no contraposición entre los métodos tradicionales y los activos modernos. Yo así lo hago, primando más
lo gramatical por la mañana y lo oral en Adultos. Tampoco me importa reconocer,
como apuntó uno de los que opinaron, que soy de los que he estudiado a fondo el
método Orberg (y alguno más antiguo) para usarlo o adaptarlo a mis clases y
resulta que he aprendido latín. Aunque sólo sea la prosodia: ¿hay alguien que
pueda decir que no ha corregido la acentuación de una sola de sus palabras tras
oír a otros en la red?
Sí quería
decir una cosa. LOS INTENTOS DE RENOVACIÓN METODOLÓGICA Y LA PRODUCCIÓN Y EL
INTERCAMBIO DE CONTENIDOS, EXPERIENCIAS Y OPINIONES, QUE, CON EPICENTRO EN
CHIRON, y con conexión a redes sociales (ahora sigo en Twitter a una
decena de compañeros), están teniendo lugar. NO TIENE PARANGÓN EN
NINGUNA OTRA ASIGNATURA – y de esto puede dar fe cualquiera de los
que todos los años damos otras asignaturas (Lengua, Historia, Economía etc) y
pasamos más horas preparando una de ellas que para todos nuestros cursos. Por buenas páginas que, por supuesto, hay, están a
años luz. Por eso, creo que todo el mundo debe aggiornarse, incluyendo el estudio a fondo y la experimentación con
los nuevos métodos, y estar preparado para impartirlos, aunque luego lo excluya
por inútil y se decante por el de siempre. Nadie mediría hoy la circunferencia
de la tierra por el método de Eratóstenes, pero ¿qué profesor de física sería
el que no fuera capaz de explicar cómo
se puede hacer? Además, no hay disculpa con la cantidad de material que circula
por la red (vídeos de Yarbrough etc), que te permiten probar y valorar.
Es cierto que
tanto garum, Playmóbil, Caperula Rubra, naves mersae etc. tienen su origen, como señala Álvaro Vilariño en Vae grammaticis, en la debilidad de
nuestra asignatura en el mundo actual y en la escuela, lo que nos impulsa a
intentar hacer el producto más atractivo, a veces hasta extremos risibles. Pero
no lo es menos que al final del viaje sabemos más latín, más arte, historia,
teatro, cultura, pedagogía, técnica (sí) etc
y, por lo tanto, estamos más preparados que los demás para hacer nuestra
labor. Esto se llama exaptación. Aprovechemos la oportunidad: exaptémonos. La
supervivencia puede ir en ello.
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