Entonces los sacerdotes soplaron las trompetas, el pueblo prorrumpió en un grito ensordecedor y los muros se desplomaron sobre sí mismos (Josué, 6.20)
[1.
Ahora que no hay asignaturas, todo son proyectos y flipan
alumnos, flipan profesores y el poder flipante tiene la fuerza de las trompetas
de Jericó para derribar hasta los muros jesuíticos, arrumbando las clases
magistrales y sus decimonónicos profesores (de letras, a poder ser), me viene a la mente un pasaje
de una novela de Nabokov, Pnin, escrita hace
más de 70 años. En
ella el autor con su humor habitual cuenta las tribulaciones de Timofey Pnin,
un ruso exiliado a EE.UU que malvive dando clases de su idioma. Durante una velada en su casa los profesores
de su escuela entablan una conversación acerca de los métodos modernos (1957) de educación, donde Nabokov satiriza las líneas maestras de los nuevos sacerdotes.]
Los demás
escuchaban el análisis que Hagen hacía de los métodos modernos de educación:
-Podéis reíros, podéis reíros, pero afirmo que la única forma de salirse de ese embrollo
consiste en encerrar al alumno
en una celda insonorizada y eliminar el
aula.
-Sí, es verdad -le dijo Joan a su marido en voz baja
-Me alegra que estés de acuerdo, Joan -prosiguió Hagen. Sin embargo,
hay quien me ha llamado enfant terrible
por el hecho de haber expuesto esta teoría, y quizá no te resulte fácil seguir
estando de acuerdo conmigo cuando me hayas escuchado hasta el final. Habrá que poner a disposición de
este estudiante aislado discos fonográficos que traten de todos los temas
posibles...
- ¿Y la personalidad
del profesor? -dijo Margaret Thayer-. No me dirás que eso no cuenta.
-¡Desde luego que no! -gritó Hagen-. ¡Ahí está lo trágico! A ver, dime,
¿quién quiere tenerle a él de profesor! - señaló al radiante Pnin-. ¿Quién
quiere su personalidad? ¡Nadie! (…). El mundo no quiere a Timofey. El
mundo quiere máquinas.
-Se podría conseguir que Timofey saliera televisado-
dijo Clements. (…)
-¿Y qué opinas tú de mi polémico plan? -le preguntó Hagen a Thomas.
-Yo te diré qué opina Tom -dijo Clements (…) Tom opina que la mejor forma de aprender cualquier
materia consiste en convertir las clases
en coloquios, lo cual significa permitir que veinte jóvenes y un
neurótico presuntuoso discutan durante cincuenta minutos acerca de una cosa de
la que ni ellos ni su profesor tienen ni idea.
-Me veo en la obligación de protestar, Laurence -dijo Thom-. Un
coloquio relajado, en una atmósfera de generalizaciones amplias, me parece una
forma de enseñanza mucho más realista que el anticuado
monólogo del profesor.
[2.
LATINVM AD LATRINAM. Si alguien ha
llegado aquí en busca de una ración de crítica específicamente latina, no se
irá de vacío. Si tiene tiempo y sabe reírse de sí mismo, puede leer un cuento
de juventud de Julio Verne inédito hasta 1991 y no traducido al español hasta 2010: El matrimonio del señor Anselmo de los Tilos Recuerdos de un alumno de
octavo. La sátira es demasiado grotesca, pero tiene algún golpe
bueno. Se puede leer completo aquí. Por cierto, este fin de semana me voy a
Santiago al curso Latine doceamus, latine discamus: espero no volver hecho un Naso Paraclet.
3.Dispongo de otra vacuna - de más de 100 años- contra la proliferación de
“proyectos”. La próxima semana, a la vez que os cuento cómo me fue en Santiago, os hablaré de su eficacia, porque también proyecto ir a Coruña al III Encuentro inspiraTICs: Proyectos
innovadores desde las aulas gallegas, de la
Plataforma
Proyecta , fundación de Amancio Ortega Gaona].