[ Yo, a lo mío. En la
novela semiautobiográfica Martin Eden (1909),
JACK LONDON narra la vida de un joven
marinero de baja extracción social que, tras conocer por casualidad a una joven
altoburguesa, decide, para lograr su amor, educarse y abrirse camino como
escritor. Al (rápido) paso con el que se va instruyendo, se da cuenta de la
vacuidad del mundo al que aspira, de sus prejuicios y, sobre todo, de su
superficial cultura.
En una de sus visitas a
la casa de Ruth Morse, su amada benefactora, cuando Martin ya posee una cultura
superior a la de su musa, se entabla una
discusión en la que un amigo de la familia Morse, Will Olney, da la razón a
Martin, realizando, aunque cínicamente, una autocrítica de un burgués a la superficialidad su mundo. Y este Olney,
cuya función en la novela es exclusivamente intervenir en esa discusión, ¿qué
materia creéis que elige para ilustrar su posición?]
-¿Cómo dice?-contestó a una pregunta
de Olney que interrumpió el flujo de sus pensamientos
- Le decía que espero que no sea
tan tonto como para ponerse a estudiar latín.
- Pero el latín es algo más que
adquirir cultura-cortó Ruth-. Es también un instrumento.
- Bueno, ¿va a estudiarlo?- insistió
Olney.
Martin estaba sufriendo. Veía que
Ruth estaba pendiente de su respuesta.
-Me temo que no tendré tiempo-dijo
finalmente-. Me gustaría, pero no tengo tiempo.
-Ya lo ves. Martin no desea
cultura- dijo Olney triunfante-. Quiere llegar a algún sitio, lograr algo.
-Oh, pero si es un ejercicio mental. Es lo que disciplina la mente- Ruth miró a Martin con expectación, como
si aguardara que cambiara de opinión-. Los futbolistas tienen que entrenarse antes del partido, y eso
hace el latín con el pensador, le entrena.
-¡Pamplinas! Eso es lo que nos
decían cuando éramos pequeños. Pero hay una cosa que no nos decían entonces,
dejaron que la descubriéramos después- Olney hizo una pausa para producir
efecto; luego agregó-: Y lo
que no nos dijeron es que todo caballero debería haber estudiado latín, pero
que ningún caballero debería saberlo.
-Eso es injusto-gritó Ruth. Sabía
que estabas guiando la conversación para llegar a alguna parte.
-Es cierto-fue la respuesta-, pero
no estoy mintiendo. Los únicos
que saben latín son los farmacéuticos, los abogados y los profesores de latín.
Y si Martin quiere ser uno de ellos entonces me estoy equivocando […] Bueno…tralará,
y si aprende latín, Martin, perderá el respeto que le tengo.
Aunque Martin había estado
interesado en la discusión, algo le molestaba […] Sentía la angustia de los
grandes problemas del hombre y, sin embargo, se veía obligado a discutir sobre
tópicos escolares y a decidir si quería o no estudiar latín.
“¿Qué demonios tiene que ver el
latín con esto?”, se preguntó ante el espejo esa noche. “Me gustaría que los
muertos permanecieran muertos”. ¿Por qué tengo que dejar que la belleza en mí
esté dominada por los muertos? La belleza está viva y es eterna. Los idiomas
pasan. Son polvo de los muertos”. […]
CAPÍTULO
14
Finalmente
decidió no estudiar latín,
no por Olney, sino por amor a Ruth y a pesar de ella. Su tiempo era oro y
consideraba muchas cosas más importantes para él que el latín.
[1. Parece que en la
California de principios del XX tampoco aprendía nadie latín. Y por el que
siempre supieron boticarios y leguleyos, podemos adivinar el que sabrían sus maestros.]
[2. El argumento del
carácter formador del latín, como gimnasia mental que amuebla el cerebro, lo he
oído expresar muchas veces, desde de
pasada a Antón Miramontes, en aquella pérdida de tiempo que supuso el CAP, hasta al ínclito Latinorum en una lectura reciente, pero
nunca he logrado que nadie explicara en qué se basan sus virtudes ordenadoras
del cerebro. Lo que sí leí una vez es una refutación de esa vis amueblante. Aquí os la dejo:
Con
los Modistae de los siglos XIII y XIV
se intensifica el discurso de una gramática
especulativa y de una investigación de los modi significandi cuyo modelo operativo todavía sobrevive y cuya intención
especulativa era la de individualizar unidades lingüísticas universalmente
válidas. Pero para individualizar las leyes del pensamiento, se utilizaba una lengua particular (considerada
fatalmente como una lengua de la razón: para los antiguos era el griego, para
los modistas, el latín, y éste es el origen remoto de la insistencia pedagógica
con que se quiere imponer el latín como instrumento único para enseñar a los
jóvenes a razonar como es debido). UMBERTO ECO, Signo]